23 oct 2011

Acerca de: LA LEY 30

"La Educación Superior es un servicio público cultural, inherente a la finalidad social del Estado." Artículo 20 - Ley 30 de 1992

Existe un gravísimo problema con la educación en este país, y se resume en dos puntos principalmente: Una gran ignorancia colectiva, manifestada en la mediocridad del conocimiento adquirido y, una deficiencia alarmante en materia de accesibilidad, la cual no permite llegar a un modelo educativo de calidad, que disminuya aquella brecha de forma equitativa. Si alguno de estos dos problemas no se resuelve, ningún país en vía de desarrollo como el nuestro, podrá deshacerse de este calificativo mundial y se condenará a sí mismo a ser la fuente de riqueza y bienestar de cualquier otra nación desarrollada, a costa del sacrificio  de sus pocos recursos productivos ante la demanda y el control de países más competitivos. Ahora bien, saliéndonos de estos términos aristocráticos, plantearé el mismo problema desde otra perspectiva con el objetivo de retribuir sus gratos comentarios sobre mis ácidas palabras, y empezar una pequeña y “golosa” crítica sistémica de la Ley 30, a la que corresponde el epígrafe de éste artículo. Estamos literalmente CAGADOS como colombianos al no tener un buen aprendizaje y pocas oportunidades REALES para conseguir uno mejor, y lo peor es que si no logramos que la educación nacional sea accesible y de calidad, dejaremos de ser un inodoro del primer mundo y nos convertiremos en una LETRINA selvática de 2 mil Km/2, donde el mayor riesgo es que te quieras quedar.


La Ley 30 me pone de moda, porque me pone indignado, y es que al leer de la manera en la que está escrita dentro de la constitución, y al experimentar su elegante manera de sepultar con lentitud la educación pública, me hace recordar las enfermedades cancerígenas atacando célula por célula hasta devastar el sistema inmunológico, para luego, cuando los síntomas externos ya se hacen evidentes, no dejar mucho para la salvación del paciente. También lo hace la gracia con la que ésta misma se escabulle en los artículos responsables de la financiación estatal, saltando inmediatamente a la otra muy cuestionada Ley 100, como sí se le aplicara radiología y, pensándola desaparecida, se reactivara en otra parte del cuerpo. Definitivamente pensando esta ley como un cáncer, la población nacional serían células, los estudiantes serían anticuerpos defendiéndose, la falta de recursos sería un estómago deteriorado, el corazón nacional sería un órgano indiferente de la situación y el problema principal provendría desde la cabeza estatal, afectando a las más de 500.000 neuronas  universitarias “beneficiadas” de la educación pública, o en otros términos tendríamos un gran tumor cerebral a punto de hacer metástasis donde se apruebe en el congreso.

Dejando a un lado las analogías médicas, viendo que muchos de nosotros tenemos esa masa crítica en la cabeza y bien puede, darnos una migraña extrema por pensar demasiado o generarnos una pérdida significativa de la inteligencia para no ver lo evidente del dilema, voy a centrarme ciertos puntos dichos por la misma Ministra de Educación, y quizá por todos aquellos que respaldan el proyecto de reforma, en los cuales claramente se está equivocando. Primero dice en su entrevista con RCN algunos meses atrás: “Buenas Noches” y desde ahí ya empezamos mal  ¿Cuáles buenas noches cuando estaba a punto de arrojarnos una pesadilla de ley como esta? ¿Quién puede ser más sarcástico en éste país que aquel que desea  el bien por su lengua y hace el mal con sus ideas?... está bien, no voy a aburrirlos, sigamos: “Lo que propone la reforma es generar más oferta de muy buena calidad (…) también plantea la propuesta que pueda llegar la inversión privada, con ánimo de lucro a co-financiar la educación superior (pública). Entonces en ningún momento se está planteando la privatización de la educación”  ¡Cómo carajos una representante del estado comienza calificando algo que es un derecho social, con un término como “Oferta”! ¡Odio los pensamientos macroeconómicos por ser el mayor ejemplo de insensibilidad! ¿Acaso eso no significa que psicológicamente ella misma ve la educación como una mercancía? Además ¿no hay una clara contradicción cuando dice “ánimo de lucro” y No privatización? o es que perdimos el norte de las Ciencias Económicas, ahora llamamos a la empresa común, Hermanitas de la caridad... Sin embargo, como no pienso extenderme en contra-argumentar, prefiero traer una ponencia del senador Robledo, para debatirla: “Con una mano obliga a la universidad a aumentar sus costos y con la otra le mantiene congelado sus recursos (…), Si la universidad pública no crece, crece la privada y eso es privatización, si le obligan a subir el valor de sus matrículas, eso es privatización (…) la mediocridad educativa va ligada a la privatización”, pero ¿Por qué?

Es muy sencillo, si realmente queremos pensar la educación como un producto, pongo como ejemplo una bolsa de leche, y por ley debemos darle leche a todos los colombianos, el estado entregará la leche que “pueda” pagar… pero cuando un negociante entra a invertir  su capital para ganar rentabilidad, con la condición de mantener los mismos niveles de consumo, tendrá que reducir sus costos al máximo para mantener sus márgenes de ganancia esperados, o si no, ésta no sería una empresa CON ÁNIMO DE LUCRO… entonces ¿Qué calidad tendría esa leche?... mirando ahora las cosas desde el otro lado, una buena leche cuesta mucho por los procesos que exige producirla; Universidades como Harvard sacan al mercado laboral muy buena leche y ¿Sabe usted cuánto cuesta una matrícula en Harvard?.. SI… mejor ni se lo pregunte… ahora bien, si al buscar (como extrañamente dice la reforma) una excelente calidad, el inversor principal que es el estado hipotéticamente pone el 50% del capital de producción (“argumentado” que no puede dar más) y un inversor privado pone el otro 50%, esperando ganar al mínimo un 20% ¿Usted cree que quien HOY no tiene plata para pagar una universidad privada, podría llegar a pagar ese 70% extra que costaría la educación “público-privada” de máxima calidad?... Claro, es un modelo muy simplista y hasta irónico de la relación capital-inversión, pero igual ese 70% tendrá que salir de algún lado en el transcurso del tiempo, como funcionan todas las finanzas…. Y ¿Qué sucederá si el inversor decide retirarse o si el negocio se declara en bancarrota? ¿Vendemos el laboratorio de ingeniería o algunos lotes del campus universitario?  Ahora pasemos al plano global, un país desarrollado tiene los más altos estándares de educación por una sencilla razón, entre más sabe, mayor es su capacidad de controlar, tanto sus recursos como los demás; no por nada mientras ellos se inventaron el acelerador de hadrones, nuestro ingenio desarrolló la latica para alterar el contador de energía, la antena roba señales y el “muñeco” para aumentar los ciclos del taxímetro, entonces ¿Se siente ud mejor capacitado para trabajar en una central atómica o para piratear la señal del cable?

Por último, ya aligerando un poco el cerebro de la presión producida por el tumor de la inconsciencia… Todos discutimos por la Ley 30 por miles de razones similares a las anteriores, pero aunque he escuchado muchos argumentos, el único faltante entre mi bagaje es el de la comparación… Si vamos a hacer del derecho de la Educación algo público-privado, miremos qué ha sucedido con los otros restantes. La Salud público-privada actúa por tutelas en la mitad de los casos. El derecho a la Vivienda público-privada, cuándo por fin se consigue, toma entre 15 y 20 años en pagarse y la Seguridad público-privada en la ciudad se llama Celaduría y en el campo se llama Paramilitarismo… ¿Cree usted entonces que este tipo de políticas neoliberales en serio funcionan?... Mejor no lo dude tanto… Las ideas sobrecalentadas sobran, más aún cuando debería estar pensándolo con la cabeza fría y decir NO A LA LEY 30.

12 oct 2011

Acerca de: LOS CABLES

"La única razón coherente que se me pasa por la cabeza, para justificar la inquisidora electro dependencia contemporánea, es la evasión. Gracias a la plena conectividad huimos del silencio, de la quietud contemplativa, de la austera soledad y del miedo democrático hacia la muerte."

Alguna vez alguien me dijo: "Carlos, ¿Por qué carajos te enredas tanto? No ves que pierdes mucho tiempo dándole vueltas y vueltas a la misma cosa" y créanme, aquel comentario rebuscado se metió de tal manera en mi memoria, que sólo la muy profunda crisis del desempleo, vista desde los 4 bolsillos del pantalón, los 3 de la chaqueta y los 2 de la billetera, de un chocuano vendedor de cocadas en el transmilenio, podría equiparársele. ¿Acaso es posible NO enredarse con todo en este mundo? ¿Cómo no hacerlo sí hay lazos por doquier?... Donde usted mire hay cordones de zapatos y destinos cruzados, cuerdas para tender la ropa y miles de maniatados compatriotas, manillitas de hippie y nudos en la garganta, es más, como colombianos tenemos dos tipos de atados muy autóctonos, el atado boyacense y los cientos de secuestrados atados al olvido... ¿O me equivoco? ... En fin, las civilizaciones no se edifican sobre la arquitectura, se desarrollan y crecen gracias a sus conexiones entre sí; lo cual fue una estrategia acertada hasta el siglo XIX, pero sobre el siglo XX, este fenómeno dio origen al problema democrático más insignificantemente molesto que haya vivido nuestro sobrepoblado planeta: Los Cables.

Sin dejar la preguntadera ¿Cuantos cables tiene en su habitación? ¿5? ¿10? ¿20 tal vez? Hagamos cuentas juntos, celular, televisor, TV por cable, teléfono, DVD, IPod, Computador, lámpara de noche, extensiones que nunca usa, cables viejos que se encontró o que ya no le son útiles, los que no ve pero que se esconden entre la pared,... ¿Son muchos no le parece? por eso es un problema de masas, quizá podría considerarse hasta un asunto de salud pública del cual todos padecemos. Yo particularmente los detesto, como detesto las uvas pasas y los niños trabajadores, pero así como me cuesta separar el maní de las uvas y me es casi imposible separar los niños de la calle (ojalá alguien lo haga, aunque fuera con la infancia porque el maní puedo soportarlo); me es extremadamente difícil vivir sin cables. Los cables nos conectan, nos alimentan y nos gobiernan. Andan casi en cualquier parte, por los aires, bajo tierra, a través del océano, sin gravedad en espacio; cualquier lugar donde haya pisado el hombre, luego le sucede algún empaque de basura y un cable ¡Estoy seguro!  Sobran en la mayoría de los casos, pero siempre terminan haciéndonos falta.

Me cuesta entender cuál es nuestro afán por conectarnos; hablar es fácil e inalámbrico, correr definitivamente nos llena de energía, y si fuera por transferir datos, no hay nada mejor que ver un chisme recién hecho y comérselo con el oído bien fresquito. Pero no, para todo hay un cable con el que enredarse, aunque terminen siendo un amasijo de electricidad encauchada bastante peligroso. Las mejores cosas de la vida toman tiempo (aja), Las mejores cosas de la vida no tienen precio (aja) y afortunadamente, las mejores cosas de la vida no tienen cables... Un orgasmo por ejemplo, un atardecer sobre el mar, un magnífico chocolate desvaneciéndose en la lengua, la mezcla de estos tres sin importar el orden para no alterar el resultado, (aunque aquí entre nos, yo dejaría el orgasmo de último para evitar excesos de romanticismo en el post); ¿Si lo notan? Imagínese lo difícil que puede ser hacer el amor con los audífonos puestos (aunque no crean, tiene su encanto), o ver el sol caer mientras trata de encontrar una conexión polo a tierra en la arena, o mucho peor, mandarse un trozo de chocolate a la boca y que se le enrede accidentalmente un cable con corriente cuando lo esté mordiendo... ¡Ja! Exagerado tal vez, pero mire a su alrededor, es más, ud me está leyendo gracias miles de cables que nos separan de su asiento y el mío. ¿Qué tal cobren vida? ¿Y si lo pican con sus puntas de cobre? ¿Y si lo conectan por donde sabemos? ¿No le da miedo?

La única razón coherente que se me pasa por la cabeza, para justificar la inquisidora electro dependencia contemporánea, es la evasión. Gracias a la plena conectividad huimos del silencio, de la quietud contemplativa, de la austera soledad y del miedo democrático hacia la muerte. Entre más cables hay mayor es la distancia emocional con las otras personas. A mi madre le encantaba decirme "Hey, el teléfono es para acortar distancias, no para hacer visita" ¿y qué termino haciendo? ¡Visita! Porque la lejanía entre individuos no se mide en kilómetros, se mide en  la posibilidad de tocar al otro, aunque sea de manera psicológica. Por otra parte ¿Cuántos de ustedes no encienden el televisor para no sentirse solos, y además se echan el cuento de estarlos "acompañando"? Pensar así es un poco tonto, más aún cuándo él está ahí desde antes; somos nosotros los que lo acompañamos en su larga y cotidiana labor de ahorrarnos pensamiento crítico, a cambio de muchas horas dispersas en un estado de coma cognoscitivo. Y qué decir del silencio... En ciudades como estas debería ser una reliquia, pero termina desperdiciándose como una plegaria por el futbol nacional; con cada pequeña oportunidad para encontrarlo, llega un cable al oído, un teclado numérico a la mejilla o una pantalla que casi a gritos trata de distraernos.

Creo que voy a invitarlos a una reflexión histórica de las más simples que se me puedan ocurrir, las ataduras son lineales como los grilletes, las sogas, los lazos sanguíneos, los amarres matrimoniales, las cadenas de ADN, las de radio y las de televisión... El sometimiento de los pueblos se dio primero con fibras y violencia, le siguieron los eslabones de hierro y las prisiones; ahora los tenebrosos cables, las ondas celulares, el peligrosísimo Bluetooth y una serie de extraños aparatos que nos atrapan sin darnos cuenta, son nuestro alimento mental día a día... Conclusión: La esclavitud no es un hecho que perviva en el cuerpo, es una conexión directa entre el control ajeno y la permisividad de nuestra conciencia.


 

Acerca de: VOLVER Y RECAER

"Sentir nostalgia no está mal, el problema real comienza cuando no aguantamos las ganas de revivir las cosas y caemos en la estúpida ansiedad de Volver a ser

Estaba sentado en el transmilenio; no precisamente de la manera adecuada sobre el color rojo de las sillas, sino inundado bajo las rodillas de mucha gente, rodeado por un acordeón de poliestireno tan grisáceo como los pantalones y las ideas de mis acompañantes; cuando me llegó a los ojos aquel misterioso término Volver. Se me vino tan intempestivamente a la conciencia que, sí uno ya es bastante anónimo en un transporte masivo, convertirme en autista público fue más rápido de lo esperado. Aquella tarde estaba compuesta de una mezcla extraña: Una canción de Jhonny Cash en mis oídos, un libro de Cees Nooteboom entre mis piernas y una columna de Luís Ospina en El Malpensante... todo revuelto en un cocktail antibiótico de betún y zapatos roedores, frío nocturno colándose por un roto del fuelle y un olor peculiar a chicle de canela que mascaba con fervor la mujer de en frente (ummm por fin descubrí de dónde sacaron la imagen de la Alpaca de Adams). Fuera de esa mixtura cinematográfica, no puedo decir que aquella sensación me haya atacado literalmente, fue más bien una conversación horas atrás, el ambiente de ruido motorizado y una idea lasciva de sentar cabeza y por consiguiente situar el culo en su lugar, lo que me dejó susceptible ante tan tenebrosa palabra; es más, ni siquiera Ospina dijo volver, su expresión fue "recién llegué de París", pero eso bastó para sentirme transgredido y con ello alentar mis dedos a escribir.

Mientras el director de cine hablaba de su experiencia, inmediatamente me pregunté "y cuando yo volví de Buenos Aires, de Montevideo, de Lima... De todos aquellos lugares a donde me encanta huir ¿Que sucedió?" y la verdad, terminé con una respuesta muy similar a la del cineasta, vi una película, miré algunas fotos viajeras, me bañé en la ducha de siempre, desayuné la sagrada arepa de mi casa, y en últimas reacomodé el mismo anhelado "huequito" de la almohada. Increíblemente no sucedió mucho... Claro, en cada uno de esas ocasiones arribaba un hombre diferente, sin embargo, terminaba metido en el mismo recipiente de antes, un poco más desbordado de lo normal. Esto sucede por una simple razón, Volver es una palabra melancólica, donde al ayer se le olvida que ya sucedió, e intenta recordarse a sí mismo en un presente muy confuso por su continuidad. Volver implica cierta debilidad por el pasado, considerándolo algo mucho mejor que el presente; como sí la catástrofe del Palacio fuese mejor que la matanza en El Salado, o si Escobar fuese mejor que Cano, o si los asesinatos políticos del Frente Nacional fueran mejores que las muertes de Galán, Pardo, Antequera, Jaramillo, Gómez Hurtado y Garzón... y… si éste desacreditado imaginario sobre un tiempo más "agradable" sucede a nivel nacional, imagínense cuan tendencioso puede ser nuestra creencia individual. Los recuerdos de una tierra añorada, mientras años atrás salíamos huyendo de ella, las irremediables ganas de reciclar los amores juveniles mientras surge ESA canción, ESE lugar, ESE día... En fin, sucesos muy reveladores sobre nuestra curiosa necesidad de ser quiénes fuimos y no quienes somos. Sin embargo, sentir nostalgia no está mal, el problema real comienza cuando no aguantamos las ganas de revivir las cosas y caemos en la estúpida ansiedad de Volver a ser.

Aquel recorrido sobre ruedas estaba poblado de intentos por regresar; un señor calvo con un atrevido estiramiento del poco cabello sobreviviente a su erosión capilar; una señora con sus buenos años asentados en el vientre, ostentando una ombliguera que infortunadamente no era tan larga como su autoestima; un niño ya bastante grande y caprichoso pidiendo asiento sobre las piernas de su madre, y una hoja de periódico contando la misma historia, la de Antanas acomodando su bien conocido derrière sobre la candidatura de Gynna ¿Si ven a lo que me refiero? Cuando uno decide Volver no solo corre el riesgo de quedarse, también se arriesga a perder la poca dignidad adquirida, sin siquiera garantizar un posible retorno para mejorar.

Cuando un infiel decide volver con su pareja siempre repite el patrón: Un último polvo, una sesión de arrepentimiento, algunos tragos liberadores, un acercamiento con el rabo entre las piernas, un llanto de Magdalena recién beatificada y una flagelación de mártir recién castrado, todo para acabar con un perdón contaminado por el amargo sabor de “mucho malparido". Hasta ahí la cosa marcha bien, pero como el tiempo sigue avanzando (ya sea lineal, cíclico, helicoidal, paralelo o simplemente redundante), aparece el cuestionamiento decisivo, ¿y Después?... porque al pretender tan anhelado Volver no implica haber encontrado el quiebre a las leyes de la física cuántica, y toda acción tendrá sus consecuencias. Ese perdón con la ilusa promesa de Volver a empezar, se convierte en algo más o menos parecido al "¿Volver a empezar? ¡Jajaja como noooooo! Que dijo, ¿Navidad? Espere tranquilo que a todo marrano le llega su noche buena ¡De que me las paga me las paga!" y obviamente no terminaría de otra manera, sí ni siquiera la ley de Perdón y Olvido funciona dentro de la constitución, ¿ahora va funcionar debajo de las cobijas, donde un cierre de piernas es más efectivo que el cierre total del congreso?... Volviendo al tema, es muy lógico prever un resultado que, por nuestra ilusa ambición de un ayer reivindicador, resulte en una constante condena. Así como el infiel pagará con la desconfianza de su pareja y un posible empate a futuro, el calvo lo hará con su ridículo público, el niño lo hará al desacreditar su madurez por el hambre de puesto (¿Hablaba del niño o de Antanas?) y la mujer atascada en la blusa para adolescentes lo hará con mi mirada de desagrado. Sin embargo,  lo peor aún está por venir... porque cuando uno convoca la oportunidad de Volver también está trayendo a su némesis; similar a alguien que por pedir algo de luz descubre el verdadero valor de la oscuridad, y el sombrío Recaer aparecerá perfilado sobre el suelo sin que nadie lo note, hasta que ya será demasiado tarde.

Aún no se si quiero tratar tal la disyuntiva lingüística. Por su naturaleza, Recaer entraría en un texto diferente del tipo “déjame masticarlo”, junto a las otras Re-españolizadas de la RAE cruelmente colombianizadas; sin embargo, quiero hacer claridad sobre el peso que éste trae consigo. Mientras uno piensa en Volver, lo hace conscientemente, como cuando creemos que la fuente de la eterna juventud viene dosificada en mililitros de Botox; pero al Recaer nos estamos lanzando en una carrera de mentiras con la lengua ciega y la cabeza enmudecida, esclavizándonos de inmediato a la incoherencia de nuestro propio deseo interior. La persona infiel recaerá en su "error", apenas la tentación supere su voluntad (y dejo el error entre comillas porque entre bomberos no nos pisamos las mangueras y mucho menos la propia), así como un adicto volverá a consumir tarde o temprano, aunque termine reemplazando su vicio por otro, el alcohol por la mitomanía o droga por la fe... En fin, al seguir esta línea es fácil percibir que Volver se convierte en el promontorio perfecto para nuestra debilidad, dándole base al insaciable Recaer que desvirga paulatinamente el auto-respeto y nos deja a cambio, un paupérrimo intento de dignidad hecho un pajazo mental. Pero, visto de otra manera,  Recaer es quizá la única forma de "echar pa'tras", cuando en realidad estamos diseñados para "echar pa’lante", según indica la morfología de nuestros pies; razón por la cual, generalmente son los actos no deseados los únicos con la capacidad de Volver en realidad…  un ejemplo de ello sería, si a los cincuenta buscamos una cintura de avispa veinteañera, Recaeremos en sentirnos como si fuéramos de 20 años, pero viéndonos como un manatí gordito y cincuentón de barriga extrañamente ceñida… Definitivamente hay que tener mucho cuidado con el misterioso Volver; ya nos hemos dado cuenta que Recaer estará de su mano, y como su primo hermano la Reelección, será muy riesgoso permitirle manejar el manubrio de nuestras vidas. Piénselo… siempre las segundas y hasta las terceras partes son las peores, aunque estén llenas de buenas intenciones; como pensar en renovar los votos matrimoniales en una boda de oro, con una luna de miel arrugadamente geriátrica; o querer resarcir nuestros errores sentimentales, haciéndose el mejor amigo de la ex suegra, o al final, recuperar nuestra feliz y culicagada infancia con un pañal para adultos ¿no se lee muy agradable cierto? Ahora bien, aún me queda una pregunta muy personal… hablando de nalgas y reelección, no recuerdo ¿Estaba hablando del niño o de Antanas?