31 dic 2011

Acerca de: LAS PROMESAS DE FIN DE AÑO

"Cuando prometemos algo en la mitad de la noche, estamos activando un cronómetro para un impredecible futuro, y nos convertimos en esclavos de su cuenta regresiva."



Señoras y señores, ¡El año se desborona! Se deshace, se disuelve, se licua, se esfuma y poco a poco se olvida. Seguramente por algunos días nos equivocaremos al escribir 2011 en los formularios dónde el nuevo año ya entra en vigencia, o haremos un sin número de bromas de poca monta sobre el año viejo, y por antonomasia  le daremos una excesiva responsabilidad al que está por venir; pero es un hecho, con o sin trascendencia acabamos de gastar 365 créditos del largo e instantáneo juego de la vida... ¿En qué se los gastó? ¿Recuerda por lo menos las inoficiosas promesas de aquel pasado 31 de diciembre? ¿Cumplió alguna?... Es una buena oportunidad de ser sincero y contarme en silencio ¿Realmente quería (de corazón, pechito y pulmón) llevar acabo alguno de los juramentos que no “alcanzó” a realizar?

Varias veces me he preguntado de dónde surge esta necesidad tan arrogante de prometerse un año mejor lleno de mitos. ¿Por qué no empezar a hacer una nueva vida y ya, sin tanto misticismo? ¿Acaso cada una de las 12 uvas de fin de año que entrarán por la boca en unos minutos, saldrán a juzgarnos como piñas por algún otro lado si no cumplimos nuestra promesa? ¿En serio creemos qué una "narizona" amarilla va a ser la mayor clave de nuestro éxito sentimental y económico? ¿Está seguro que dando la misma vuelta que usted le da a su perro, pero esta vez con una maleta, el mundo se rendirá a sus pies? y si es así ¿Qué pensará su perro cuando día a día hace sus necesidades a solo un metro de distancia de aquellos pies que harán rendir al mundo?... Créame, está gastando mucha de su tiza en un tablero posible de limpiar sin tantas presunciones. ¿Uvas? ¡Dios líbrame de ellas!

Como se habrá dado cuenta, estoy haciendo más cuestionamientos de lo habitual, y eso se da por la sencilla razón de ver el verdadero rostro de nuestros deseos para fin de año: Una promesa no es más que una pregunta con demasiadas ínfulas de respuesta. Una promesa es la peligrosa hazaña de hacer con palabras un acto imposible. Una promesa es el término perfecto para definir la ausencia de carácter en el presente.  Cuando prometemos algo en la mitad de la noche, estamos activando un cronómetro para un impredecible futuro, y nos convertimos en esclavos de su cuenta regresiva.  A diferencia de una meta cualquiera, en pleno el 31 de diciembre, nos alineamos con el calendario gregoriano para medir nuestras ganas de hacer algo, y como cada vez que nos limitamos por números, la probabilidad de fallar se hace exponencial… Una promesa de año nuevo es un homicidio premeditado a la felicidad.

Hoy, siendo un día tan especial quiero rememorar algunas promesas de esas que duelen por no haberse cumplido: ¿Metro? No, no hay metro en Bogotá y somos infelices entre los carros… ¿FARC? No, no se acabaron y seguimos siendo un país de infelices atentados humanitarios… ¿Secuestrados? No, ni los liberaron a tiempo, ni el tiempo pudo liberarlos… ¿Mundial? ¿Qué es eso? ¿Educación pública? ¿Dahh? ¿Pobreza? ¡Pffffffffffffff!... Estas son apenas algunos juramentos de nuestro desmemoriado nacionalismo criollo; pero cuando la cosa se vuelve personal, siento que a veces sería mejor dejar el muñeco de año viejo sin quemar, cosa de no desperdiciar la poca esperanza en medio del fuego.

Si lo meditan con cuidado,  el verdadero problema nunca está en las promesas, porque para bien o para mal, ellas tienden a ser solo la representación formal de un deseo por superarse. La coyuntura real existe en la mentirosa plusvalía que estas adquieren, frente lo importante del año anterior. En mi caso, tantos objetivos impuestos del 2010 podría cambiarlos en un instante por los tres mejores momentos imprevistos del 2011 (si a alguien le importan se resumen en: Cierre de Rock al Parque desde la tarima; Caminar por el centro de una autopista escuchando  “Where is my mind” de Pixies, y salir de Media noche en París con una botella de vino y la mejor compañía posible) En fin… Vivir es un acto de casualidad constante donde prevenir puede convertirse en un acto de arrogancia. Cuando prometemos algo para nosotros mismos, estamos intentando forzar al destino, como quien con una rama seca trata de reorientar una cascada. ¡El flujo del tiempo es invariable! (aunque Einstein y sus ojos infinitos hayan dicho lo contrario) Nuestras metas son el resultado progresivo de un presente continuo, y pensar en concebir una nueva vida desde enero, está muy lejos de parecerse a un inodoro donde, con solo accionar una palanca, desaparemos todo aquello que nos disgusta.  Sin embargo, me agrada ver la cara de las personas cuando lograron bombear sus propios contaminantes, aquellos que pese al tamaño de la ramita, canalizaron la caída del agua y consiguieron lo que buscaban. Pensar en ellos es motivante, aunque proporcionalmente desalentador.

Por ejemplo, quien se prometió no fumar desde el último día del año y lo logró es una excepción cabalística para los otros mil que lo intentamos; la particularidad reside en que su promesa no estuvo validada en un día específico, sino en la reflexión profunda de meses y años atrás, donde el 31, el 01, el 15 o cualquier otro fichero cronológico es insignificante. Su compromiso no se basó en un cambio de época, si no en un cambio ciclo, y como cualquier ciclo, no responde a medidas humanas universales, sino a fluctuaciones particulares de cada fenómeno. Todos los seres humanos tienden a cagar en ciertos periodos de tiempo, pero eso no significa que todos nosotros vayamos al baño en el mismo instante… ¿Si notan la diferencia?

Ahora bien, ya llegando al minuto culmen donde habrá tantos fuegos pirotécnicos como niños quemados por la estupidez de la euforia, solo me queda respirar hondo y abstenerme de soltar el aire con varias barrabasadas sobredimensionadas. Huiré de las ideas de mi madre en su obligado intento por llenar mis bolsillos de lentejas, evitando la pena de abrir mi billetera en un futuro y encontrarme (fuera de vaciado) con la frustración de tener comida sin cocinar. Además buscaré tan hondo como sea posible en mis acciones anteriores, para descubrir el hilo conductor que me arrojará sobre los pocos juramentos viables, entre los cuales estarían: 1. Comprar mañana un Alka-Seltzer para remediar el exceso de alcohol. 2. No acercarme a un celular y evitar hacer una llamada que remueva sentimientos del ayer. 3. Jurarme a mí mismo que por los próximos 366 días (siendo año bisiesto) aprovecharé mis ratos libres para pensar en cosas inoficiosas como las de éste blog y en definitiva, 4. Prometer no prometerme nada para el 2012, donde la mayor pérdida posible se reduce a conseguir eso... nada, y así, obtener por casualidad momentos tan valiosos como hacer el amor en una sala de cine; ganar cierto concurso de literatura, y obviamente sentarme en el retrete con la tranquilidad de haber digerido la vida tal como merecía.

Les deseo un gran 2012, tan grande que en serio les cueste mucho trabajo sostener…
 
  

Pdta.: Queridísimo Andrés Caicedo, con tristeza he de decirte que sobreviví otro año; la pereza de hacer un acto melodramático para hundirme en el anonimato volvió a ganar. El otro año lo intentamos de nuevo, al final, el tiempo como la vida misma seguirá siendo algo insustancial por naturaleza.

25 nov 2011

Acerca de: EL LÁPIZ LABIAL

"Su gran habilidad para transformar la boca en un objeto del deseo supera cualquier otro artículo estético; es más podría ganarle con creces a la sugestiva ropa interior."

Me gustan los objetos extraños, más aún si son un poco bizarros, solo porque tienen el potencial de transgredir los sentidos y con ello, entrar fácilmente en contacto con nuestra íntima naturaleza.

Ser fetichista es un acto de valentía ignorante, más aún cuando se le compara con ser un ateo radical o un fanático empalagoso, pero a su vez,  resulta también muy subversivo para el inconsciente…  y como colombiano que se respete (al menos de fronteras para afuera, según quienes nos reciben) ser subversivo es otro sinónimo nacional al cual se le deben rendir los honores correspondientes. Tal vez se lea feo, lo sé y hasta me duele admitirlo, pero si al salir del país me revisan como un cocainómano-narco-paralítico-sudaco cara de mula, y además próximo parrillero del mes de su Mc Donalds; verme como un fetichista más, nacido del país del divino niño, es casi un acto patriótico (y patrioterista a la vez). Sin embargo, mi fascinación hacia estos adminículos de poder es un poco más globalizada, corresponde a aquellos objetos con la capacidad de doblegar al otro con su sola presencia, haciendo realzar el ego y la vanidad de quien los usa; y en definitiva, el que encabeza mi lista de favoritos es el lápiz labial.

Tratando de ser objetivo (lado indivisible, por fortuna, del exquisito cinismo) un pintalabios no es más que un pequeño cilindro de manteca condensada bajo presión, el cual imparte un color homogéneo al desprender su grasa animal sinuosamente por la piel. Algo un poco grotesco en su concepción, pero de increíble capacidad destructiva en éste machista huevo terraqueo (por si no lo sabían, el planeta dista mucho tanto de ser una esfera, como de ser equitativo en cuestión de género). Su gran habilidad para transformar la boca en un objeto del deseo supera cualquier otro artículo estético; es más podría ganarle con creces a la sugestiva ropa interior, porque a diferencia de ella, el mal llamado colorete va al aire libre sin ser considerado exhibicionista, razón que completa su libidinosa cualidad para exaltar la auto-fijación femenina y el redundante primitivismo masculino.

Lacan calificaría de manera candorosa al lápiz labial como el objet petite femenino, un objeto lleno de vacío que no suple ninguna necesidad concreta, dedicando así su fuerza semiótica a satisfacer la ansiedad del deseo, del plus de goce; con lo cual no se equivoca en absoluto, pero antes de seguir, yo quisiera añadirle algunas palabras más a su teoría y llamarlo el bisarre objet petite par excellence, porque no es lo mismo comprar un coctel afrodisiaco a un vibrador, o comprar un árbitro a un juez de la república, así como pretender que un colorete apenas suple un deseo superfluo, cuando en realidad éste supera la banalidad para convertirse en un objeto de placer muy poderoso.

Quien usa un lápiz labial pone sus ganas de pecar en la cuerda floja, esperando caer acompañado en un abandono total a su apasionado salvajismo. Desde el acto mismo de aplicarlo en los labios, una mujer (aunque no dejo de lado a gays, trans y uno que otro hombre probando su dudosa masculinidad con el maquillaje de su madre en Halloween)… repito mejor… desde el acto mismo de aplicarlo en los labios, una mujer está llevando sus ideas al plano de la vanidad, para luego transformarlo en lujuria y por último, conducir a su víctima al estado más carnal de su consciencia. Si cree que me equivoco repase mentalmente el proceso de una mujer,  al embadurnarse la boca con la lipo colorizada de rojo. Primero hay un enfrentamiento de egos reflejados sobre el espejo, deslizando el ritual de una caricia cremosa contra los labios; luego, capa tras capa va cubriendo la liviandad de su piel con la boca entreabierta, y su saliva comienza a suspirar por el enrojecido sabor de sus roces; después un par de besos auto infringidos y a la calle con la trompa estática y la mirada matadora. Como el labial puede correrse al ser tocado, llegamos a la dicotomía de todo éste problema sobre el fetichismo y el poder ¿Para qué pintarse la boca de un color atractivo cuando está prohibido tocarla?... Aquí entra en juego el erotismo, que en resumen se explica como "Mira pero no toques, toca pero no pruebes, prueba pero no disfrutes, disfruta pero no te satisfagas, satisfácete y te tiraste el juego" o en otras palabras, entre mayor es la tensión entre el deseo y la negación, mayor es el poder ejercido sobre el instinto y la consciencia, dando paso al descontrol del sexo contrario... Por ende, cualquier persona con el color rojo en la boca, no solo pretende verse más bonita, busca además la adulación y la manipulación del otro.

Quiero pensar en una última cosa para dejar tanta carreta argumentativa y pasar a la inapropiada, (más entretenida por mis rojas intensiones) ¿Será el lápiz labial la representación fálica de la seducción femenina?... No lo piense a mal, o piénselo de la manera más conveniente y malintencionada posible, al final, tanto su idea como la mía pasarán desapercibidas por el 99.999% de los alfabetas del planeta. Realmente lo que busco es una pervertida pero lógica teoría simbólica, en la cual ud podría ser tan perpetrador como víctima. Si un hombre, teniendo por naturaleza un instinto más básico, se vanagloria o se atormenta por el tamaño de su "adminículo" y el automóvil que conduce, y estos a su vez son los mayores símbolos de seducción hacia el género femenino... ¿Cuál sería el de una mujer? Su busto y ¡Voilá!... ¡¡¡EL LÁPIZ LABIAL!!!... Sabe por qué... La razón es pecaminosamente interesante. Cuando un hombre tiene un vehículo dominante, su primera reacción será mostrarlo y mantendrá el tendencioso deseo de subir a la chica en él, hasta cuando ella decida montarse, a sabiendas de dónde podría terminar si ella se lo permite.

En mi caso (abogando por todos los hombres fáciles del planeta) al ver ese color rojo, como cualquier otro torito de poca monta, me da por perseguirlo mientras ella desfila su boca intocable frente a mí; pero cuando por fin hice méritos suficientes para subirme en él, y veo la textura cereza esparcida sobre su mentón, mejillas y hasta sus dientes, sé muy bien dónde terminaré en el primer instante que me lo permita…  Con ello mi conclusión es muy simple: El lápiz labial es el delgado límite entre la inseguridad femenina y el desenfreno pasional de una mujer; cuando éste se corre, literalmente su sensualidad también se disuelve sobre su piel, y todo el poder que concentraba su pudor sugestivo, se deja llevar ahora en una combustión volátil, enceguecedora y por qué no decirlo, hasta animal...

Entonces ¿Fetichista?... Definitivamente SÍ…. y no me importa... ¿Y a usted?


Acerca de: LA MUJER GASOLINERA (by Luchencio Diplony)

"Puede estar enrollándolo con una bella sonrisa y una mirada seductora sin que usted se dé cuenta… Pero ¡esté atento! Si ella gasta mucho de su tiempo siguiéndole la cuerda en su conquista, es posible que esté siendo “tramado" vilmente"

 ¡Alerta!... Abra bien los ojos


Alguna vez se ha puesto a pensar que estamos rodeados de un ejército de mujeres que dominan otro tipo de inteligencia, una inteligencia muy ligada a una vieja tradición femenina de supervivencia, la cual viene siendo tan hogareña y tan inculcada desde la niñez, que es totalmente normal en muchas de nuestras mujeres. Solo es cuestión de abrir bien los ojos para poder desenmascarar a estás mordaces señoritas; no hay que ir muy lejos para encontrarlas… ¡Nos tienen rodeados! ¡Cuidado! Están más cerca de lo que se puede imaginar… y ¿cómo las identificamos? Fácil. Seguramente usted caballero se ha topado con más de una a lo largo de su vida, pero si no es así, le voy a hacer una breve descripción de esta especie tan excepcional de nuestro país:


Ella es una mujer visualmente atractiva y presenta en la mayoría de los casos un cuerpo armónico, lo cual le facilita su interacción con los hombres. Puede estar enrollándolo con una bella sonrisa y una mirada seductora sin que usted se dé cuenta… Pero ¡esté atento! Si ella gasta mucho de su tiempo siguiéndole la cuerda en su conquista, es posible que esté siendo “tramado” vilmente; porque yendo más allá de lo evidente, no es usted, si no lo que usted pueda darle, lo que motiva a aquella mujer para permanecer a su lado; y si busca evitarlo, le daré algunos tips con los cuales puede descubrir que esa hermosa representante del género femenino, tan interesada en sus atenciones,  no es más que la indeseada pero famosísima  mujer “gasolinera”.

Tips para identificar a una mujer gasolinera

  • Puede tener algún tipo de nombre como: Leidy, Yurlady, Yurani o alguno de esos extraños derivados de voces inglesas, ya que sus padres querían verlas “bien” posicionada en el exterior.
  • Generalmente está estudiando algo relacionado con medios, comunicación y/o periodismo, ya que estas mujeres tienden a llevar en su sangre el sueño de pertenecer a la farándula criolla.
  • Dichas mujeres suelen contar con un diccionario único y exclusivo de su especie para comunicarse con mayor notoriedad, en dónde pueden hallarse palabras como: “tadxy”, “pedsi”, “edxelente” o la más exquisita expresión “me parece perdfedto”. 
  • Muchas veces este tipo de mujer se empeña en decir que solo sale a los mejores lugares, aunque sea incapaz de diferenciarlos, acudiendo siempre a la típica frase “yo fui pero hace mucho”
  • Debe tener muy en cuenta que, pese a su limitación mental para pagar una cuenta, es una mujer de muchos “amigos”, y su teléfono celular siempre sonará cuando usted esté a su lado, y casi siempre será otro hombre invitándola a hacer algo.
  • En su primera cita puede venir acompañada de su mejor amiga, la cual seguramente conoció en el colegio y que, si se fija muy bien, resulta ser muy parecida tanto en sus gestos como en su personalidad “arrolladora”.

Estos aspectos son los más reconocidos para éste tipo de mujeres,  sin embargo cabrían múltiples variaciones dependiendo de su lugar de procedencia (pueblos o barrios marginales en muchos de los casos) o de su capacidad intelectual,  ya que no todas manejan un nivel tan prometedor, lo cual se demuestra en sus atuendos mal combinados pero excesivamente “mostrones”. También pueden encontrarse en casi todos los ámbitos de la vida cotidiana, gracias a su amplia cualidad de adaptación física: Colegios, Oficinas, Bares, Centros Comerciales… quizá hasta haya alguna a su lado en este momento, ya que con su ostentosidad lujuriosa, tiende a captar la atención de un hombre cada 5 minutos. Pero relájese si en alguna ocasión se siente merodeado por una de ellas, cada una cuenta con un olfato poderoso para descubrir a quien pueden sacarle gota a gota su dinero; sin embargo, si ese es su caso es mejor dejarse llevar... porque su autoestima machista podría estar en riesgo. Tenga en cuenta que hasta el día de hoy, es culpa de nosotros como hombres este tipo de comportamiento, al estar usando esos anticuados métodos de conquista, que según los expertos podría resumirse en: “El caballero siempre invita a la dama”. 

Es triste haber provocado esta situación tan depredadora, y en verdad, hasta ahora nos estamos dando cuenta del peligro que significa haber alimentado a aquel monstruo come billetes durante varias generaciones, quien por su naturaleza, tiende a cobrar más y más víctimas cada día, para seguir paseándose como una marejada de langostas en los automóviles de sus recién dominadas mascotas. Sin embargo, ya que algunas han sido descubiertas infraganti, succionando los bolsillos de ciertos hombres con ansias de mostrar su poder adquisitivo, existe afortunadamente una nueva cultura en contra de sus potencialidades (como la de éste artículo), y aun así, ellas nunca se darán por vencidas, razón por la cual, esta otra guerra del petróleo (manifestada en jeans Diesel y mucha gasolina en el reggaetón) ¡debe continuar!... igual, es necesario aceptar que podemos perder, ya que ésta tipología femenina tiene una voluntad de hierro y su sueño más poderoso es encontrar al padre más rico para sus hijos, el cual tiene por excelencia una sonrisa con muchos ceros a la derecha, y un contrato de matrimonio del 50/50 para un posible divorcio.

Sabiendo esto amigo lector hágase un favor y no se deje llevar por una sonrisa bonita o un cuerpo pecaminosamente angelical… recuerde que estas mujeres gasolineras están entre nosotros, y quizá ya no estemos a tiempo de hacer algo para eliminarlas, pero aun podemos evitar que se sigan alimentando del dinero de los buenos hombres de nuestro país. 

PD: Si ya existe la “Inteligencia vial”, deberíamos crear una campaña para salvarnos de estas mujeres… podríamos ponerle algo así como “Inteligencia hormonal” , porque sí NO nos dejáramos llevar por lo que hay bajo nuestros pantalones, nuestros bolsillos no se verían tan afectados…  Piénselo y ¡Actúe!...  Antes de que sea demasiado tarde.


Luchencio Diplony
edit by: androfacto

23 oct 2011

Acerca de: LA LEY 30

"La Educación Superior es un servicio público cultural, inherente a la finalidad social del Estado." Artículo 20 - Ley 30 de 1992

Existe un gravísimo problema con la educación en este país, y se resume en dos puntos principalmente: Una gran ignorancia colectiva, manifestada en la mediocridad del conocimiento adquirido y, una deficiencia alarmante en materia de accesibilidad, la cual no permite llegar a un modelo educativo de calidad, que disminuya aquella brecha de forma equitativa. Si alguno de estos dos problemas no se resuelve, ningún país en vía de desarrollo como el nuestro, podrá deshacerse de este calificativo mundial y se condenará a sí mismo a ser la fuente de riqueza y bienestar de cualquier otra nación desarrollada, a costa del sacrificio  de sus pocos recursos productivos ante la demanda y el control de países más competitivos. Ahora bien, saliéndonos de estos términos aristocráticos, plantearé el mismo problema desde otra perspectiva con el objetivo de retribuir sus gratos comentarios sobre mis ácidas palabras, y empezar una pequeña y “golosa” crítica sistémica de la Ley 30, a la que corresponde el epígrafe de éste artículo. Estamos literalmente CAGADOS como colombianos al no tener un buen aprendizaje y pocas oportunidades REALES para conseguir uno mejor, y lo peor es que si no logramos que la educación nacional sea accesible y de calidad, dejaremos de ser un inodoro del primer mundo y nos convertiremos en una LETRINA selvática de 2 mil Km/2, donde el mayor riesgo es que te quieras quedar.


La Ley 30 me pone de moda, porque me pone indignado, y es que al leer de la manera en la que está escrita dentro de la constitución, y al experimentar su elegante manera de sepultar con lentitud la educación pública, me hace recordar las enfermedades cancerígenas atacando célula por célula hasta devastar el sistema inmunológico, para luego, cuando los síntomas externos ya se hacen evidentes, no dejar mucho para la salvación del paciente. También lo hace la gracia con la que ésta misma se escabulle en los artículos responsables de la financiación estatal, saltando inmediatamente a la otra muy cuestionada Ley 100, como sí se le aplicara radiología y, pensándola desaparecida, se reactivara en otra parte del cuerpo. Definitivamente pensando esta ley como un cáncer, la población nacional serían células, los estudiantes serían anticuerpos defendiéndose, la falta de recursos sería un estómago deteriorado, el corazón nacional sería un órgano indiferente de la situación y el problema principal provendría desde la cabeza estatal, afectando a las más de 500.000 neuronas  universitarias “beneficiadas” de la educación pública, o en otros términos tendríamos un gran tumor cerebral a punto de hacer metástasis donde se apruebe en el congreso.

Dejando a un lado las analogías médicas, viendo que muchos de nosotros tenemos esa masa crítica en la cabeza y bien puede, darnos una migraña extrema por pensar demasiado o generarnos una pérdida significativa de la inteligencia para no ver lo evidente del dilema, voy a centrarme ciertos puntos dichos por la misma Ministra de Educación, y quizá por todos aquellos que respaldan el proyecto de reforma, en los cuales claramente se está equivocando. Primero dice en su entrevista con RCN algunos meses atrás: “Buenas Noches” y desde ahí ya empezamos mal  ¿Cuáles buenas noches cuando estaba a punto de arrojarnos una pesadilla de ley como esta? ¿Quién puede ser más sarcástico en éste país que aquel que desea  el bien por su lengua y hace el mal con sus ideas?... está bien, no voy a aburrirlos, sigamos: “Lo que propone la reforma es generar más oferta de muy buena calidad (…) también plantea la propuesta que pueda llegar la inversión privada, con ánimo de lucro a co-financiar la educación superior (pública). Entonces en ningún momento se está planteando la privatización de la educación”  ¡Cómo carajos una representante del estado comienza calificando algo que es un derecho social, con un término como “Oferta”! ¡Odio los pensamientos macroeconómicos por ser el mayor ejemplo de insensibilidad! ¿Acaso eso no significa que psicológicamente ella misma ve la educación como una mercancía? Además ¿no hay una clara contradicción cuando dice “ánimo de lucro” y No privatización? o es que perdimos el norte de las Ciencias Económicas, ahora llamamos a la empresa común, Hermanitas de la caridad... Sin embargo, como no pienso extenderme en contra-argumentar, prefiero traer una ponencia del senador Robledo, para debatirla: “Con una mano obliga a la universidad a aumentar sus costos y con la otra le mantiene congelado sus recursos (…), Si la universidad pública no crece, crece la privada y eso es privatización, si le obligan a subir el valor de sus matrículas, eso es privatización (…) la mediocridad educativa va ligada a la privatización”, pero ¿Por qué?

Es muy sencillo, si realmente queremos pensar la educación como un producto, pongo como ejemplo una bolsa de leche, y por ley debemos darle leche a todos los colombianos, el estado entregará la leche que “pueda” pagar… pero cuando un negociante entra a invertir  su capital para ganar rentabilidad, con la condición de mantener los mismos niveles de consumo, tendrá que reducir sus costos al máximo para mantener sus márgenes de ganancia esperados, o si no, ésta no sería una empresa CON ÁNIMO DE LUCRO… entonces ¿Qué calidad tendría esa leche?... mirando ahora las cosas desde el otro lado, una buena leche cuesta mucho por los procesos que exige producirla; Universidades como Harvard sacan al mercado laboral muy buena leche y ¿Sabe usted cuánto cuesta una matrícula en Harvard?.. SI… mejor ni se lo pregunte… ahora bien, si al buscar (como extrañamente dice la reforma) una excelente calidad, el inversor principal que es el estado hipotéticamente pone el 50% del capital de producción (“argumentado” que no puede dar más) y un inversor privado pone el otro 50%, esperando ganar al mínimo un 20% ¿Usted cree que quien HOY no tiene plata para pagar una universidad privada, podría llegar a pagar ese 70% extra que costaría la educación “público-privada” de máxima calidad?... Claro, es un modelo muy simplista y hasta irónico de la relación capital-inversión, pero igual ese 70% tendrá que salir de algún lado en el transcurso del tiempo, como funcionan todas las finanzas…. Y ¿Qué sucederá si el inversor decide retirarse o si el negocio se declara en bancarrota? ¿Vendemos el laboratorio de ingeniería o algunos lotes del campus universitario?  Ahora pasemos al plano global, un país desarrollado tiene los más altos estándares de educación por una sencilla razón, entre más sabe, mayor es su capacidad de controlar, tanto sus recursos como los demás; no por nada mientras ellos se inventaron el acelerador de hadrones, nuestro ingenio desarrolló la latica para alterar el contador de energía, la antena roba señales y el “muñeco” para aumentar los ciclos del taxímetro, entonces ¿Se siente ud mejor capacitado para trabajar en una central atómica o para piratear la señal del cable?

Por último, ya aligerando un poco el cerebro de la presión producida por el tumor de la inconsciencia… Todos discutimos por la Ley 30 por miles de razones similares a las anteriores, pero aunque he escuchado muchos argumentos, el único faltante entre mi bagaje es el de la comparación… Si vamos a hacer del derecho de la Educación algo público-privado, miremos qué ha sucedido con los otros restantes. La Salud público-privada actúa por tutelas en la mitad de los casos. El derecho a la Vivienda público-privada, cuándo por fin se consigue, toma entre 15 y 20 años en pagarse y la Seguridad público-privada en la ciudad se llama Celaduría y en el campo se llama Paramilitarismo… ¿Cree usted entonces que este tipo de políticas neoliberales en serio funcionan?... Mejor no lo dude tanto… Las ideas sobrecalentadas sobran, más aún cuando debería estar pensándolo con la cabeza fría y decir NO A LA LEY 30.

12 oct 2011

Acerca de: LOS CABLES

"La única razón coherente que se me pasa por la cabeza, para justificar la inquisidora electro dependencia contemporánea, es la evasión. Gracias a la plena conectividad huimos del silencio, de la quietud contemplativa, de la austera soledad y del miedo democrático hacia la muerte."

Alguna vez alguien me dijo: "Carlos, ¿Por qué carajos te enredas tanto? No ves que pierdes mucho tiempo dándole vueltas y vueltas a la misma cosa" y créanme, aquel comentario rebuscado se metió de tal manera en mi memoria, que sólo la muy profunda crisis del desempleo, vista desde los 4 bolsillos del pantalón, los 3 de la chaqueta y los 2 de la billetera, de un chocuano vendedor de cocadas en el transmilenio, podría equiparársele. ¿Acaso es posible NO enredarse con todo en este mundo? ¿Cómo no hacerlo sí hay lazos por doquier?... Donde usted mire hay cordones de zapatos y destinos cruzados, cuerdas para tender la ropa y miles de maniatados compatriotas, manillitas de hippie y nudos en la garganta, es más, como colombianos tenemos dos tipos de atados muy autóctonos, el atado boyacense y los cientos de secuestrados atados al olvido... ¿O me equivoco? ... En fin, las civilizaciones no se edifican sobre la arquitectura, se desarrollan y crecen gracias a sus conexiones entre sí; lo cual fue una estrategia acertada hasta el siglo XIX, pero sobre el siglo XX, este fenómeno dio origen al problema democrático más insignificantemente molesto que haya vivido nuestro sobrepoblado planeta: Los Cables.

Sin dejar la preguntadera ¿Cuantos cables tiene en su habitación? ¿5? ¿10? ¿20 tal vez? Hagamos cuentas juntos, celular, televisor, TV por cable, teléfono, DVD, IPod, Computador, lámpara de noche, extensiones que nunca usa, cables viejos que se encontró o que ya no le son útiles, los que no ve pero que se esconden entre la pared,... ¿Son muchos no le parece? por eso es un problema de masas, quizá podría considerarse hasta un asunto de salud pública del cual todos padecemos. Yo particularmente los detesto, como detesto las uvas pasas y los niños trabajadores, pero así como me cuesta separar el maní de las uvas y me es casi imposible separar los niños de la calle (ojalá alguien lo haga, aunque fuera con la infancia porque el maní puedo soportarlo); me es extremadamente difícil vivir sin cables. Los cables nos conectan, nos alimentan y nos gobiernan. Andan casi en cualquier parte, por los aires, bajo tierra, a través del océano, sin gravedad en espacio; cualquier lugar donde haya pisado el hombre, luego le sucede algún empaque de basura y un cable ¡Estoy seguro!  Sobran en la mayoría de los casos, pero siempre terminan haciéndonos falta.

Me cuesta entender cuál es nuestro afán por conectarnos; hablar es fácil e inalámbrico, correr definitivamente nos llena de energía, y si fuera por transferir datos, no hay nada mejor que ver un chisme recién hecho y comérselo con el oído bien fresquito. Pero no, para todo hay un cable con el que enredarse, aunque terminen siendo un amasijo de electricidad encauchada bastante peligroso. Las mejores cosas de la vida toman tiempo (aja), Las mejores cosas de la vida no tienen precio (aja) y afortunadamente, las mejores cosas de la vida no tienen cables... Un orgasmo por ejemplo, un atardecer sobre el mar, un magnífico chocolate desvaneciéndose en la lengua, la mezcla de estos tres sin importar el orden para no alterar el resultado, (aunque aquí entre nos, yo dejaría el orgasmo de último para evitar excesos de romanticismo en el post); ¿Si lo notan? Imagínese lo difícil que puede ser hacer el amor con los audífonos puestos (aunque no crean, tiene su encanto), o ver el sol caer mientras trata de encontrar una conexión polo a tierra en la arena, o mucho peor, mandarse un trozo de chocolate a la boca y que se le enrede accidentalmente un cable con corriente cuando lo esté mordiendo... ¡Ja! Exagerado tal vez, pero mire a su alrededor, es más, ud me está leyendo gracias miles de cables que nos separan de su asiento y el mío. ¿Qué tal cobren vida? ¿Y si lo pican con sus puntas de cobre? ¿Y si lo conectan por donde sabemos? ¿No le da miedo?

La única razón coherente que se me pasa por la cabeza, para justificar la inquisidora electro dependencia contemporánea, es la evasión. Gracias a la plena conectividad huimos del silencio, de la quietud contemplativa, de la austera soledad y del miedo democrático hacia la muerte. Entre más cables hay mayor es la distancia emocional con las otras personas. A mi madre le encantaba decirme "Hey, el teléfono es para acortar distancias, no para hacer visita" ¿y qué termino haciendo? ¡Visita! Porque la lejanía entre individuos no se mide en kilómetros, se mide en  la posibilidad de tocar al otro, aunque sea de manera psicológica. Por otra parte ¿Cuántos de ustedes no encienden el televisor para no sentirse solos, y además se echan el cuento de estarlos "acompañando"? Pensar así es un poco tonto, más aún cuándo él está ahí desde antes; somos nosotros los que lo acompañamos en su larga y cotidiana labor de ahorrarnos pensamiento crítico, a cambio de muchas horas dispersas en un estado de coma cognoscitivo. Y qué decir del silencio... En ciudades como estas debería ser una reliquia, pero termina desperdiciándose como una plegaria por el futbol nacional; con cada pequeña oportunidad para encontrarlo, llega un cable al oído, un teclado numérico a la mejilla o una pantalla que casi a gritos trata de distraernos.

Creo que voy a invitarlos a una reflexión histórica de las más simples que se me puedan ocurrir, las ataduras son lineales como los grilletes, las sogas, los lazos sanguíneos, los amarres matrimoniales, las cadenas de ADN, las de radio y las de televisión... El sometimiento de los pueblos se dio primero con fibras y violencia, le siguieron los eslabones de hierro y las prisiones; ahora los tenebrosos cables, las ondas celulares, el peligrosísimo Bluetooth y una serie de extraños aparatos que nos atrapan sin darnos cuenta, son nuestro alimento mental día a día... Conclusión: La esclavitud no es un hecho que perviva en el cuerpo, es una conexión directa entre el control ajeno y la permisividad de nuestra conciencia.


 

Acerca de: VOLVER Y RECAER

"Sentir nostalgia no está mal, el problema real comienza cuando no aguantamos las ganas de revivir las cosas y caemos en la estúpida ansiedad de Volver a ser

Estaba sentado en el transmilenio; no precisamente de la manera adecuada sobre el color rojo de las sillas, sino inundado bajo las rodillas de mucha gente, rodeado por un acordeón de poliestireno tan grisáceo como los pantalones y las ideas de mis acompañantes; cuando me llegó a los ojos aquel misterioso término Volver. Se me vino tan intempestivamente a la conciencia que, sí uno ya es bastante anónimo en un transporte masivo, convertirme en autista público fue más rápido de lo esperado. Aquella tarde estaba compuesta de una mezcla extraña: Una canción de Jhonny Cash en mis oídos, un libro de Cees Nooteboom entre mis piernas y una columna de Luís Ospina en El Malpensante... todo revuelto en un cocktail antibiótico de betún y zapatos roedores, frío nocturno colándose por un roto del fuelle y un olor peculiar a chicle de canela que mascaba con fervor la mujer de en frente (ummm por fin descubrí de dónde sacaron la imagen de la Alpaca de Adams). Fuera de esa mixtura cinematográfica, no puedo decir que aquella sensación me haya atacado literalmente, fue más bien una conversación horas atrás, el ambiente de ruido motorizado y una idea lasciva de sentar cabeza y por consiguiente situar el culo en su lugar, lo que me dejó susceptible ante tan tenebrosa palabra; es más, ni siquiera Ospina dijo volver, su expresión fue "recién llegué de París", pero eso bastó para sentirme transgredido y con ello alentar mis dedos a escribir.

Mientras el director de cine hablaba de su experiencia, inmediatamente me pregunté "y cuando yo volví de Buenos Aires, de Montevideo, de Lima... De todos aquellos lugares a donde me encanta huir ¿Que sucedió?" y la verdad, terminé con una respuesta muy similar a la del cineasta, vi una película, miré algunas fotos viajeras, me bañé en la ducha de siempre, desayuné la sagrada arepa de mi casa, y en últimas reacomodé el mismo anhelado "huequito" de la almohada. Increíblemente no sucedió mucho... Claro, en cada uno de esas ocasiones arribaba un hombre diferente, sin embargo, terminaba metido en el mismo recipiente de antes, un poco más desbordado de lo normal. Esto sucede por una simple razón, Volver es una palabra melancólica, donde al ayer se le olvida que ya sucedió, e intenta recordarse a sí mismo en un presente muy confuso por su continuidad. Volver implica cierta debilidad por el pasado, considerándolo algo mucho mejor que el presente; como sí la catástrofe del Palacio fuese mejor que la matanza en El Salado, o si Escobar fuese mejor que Cano, o si los asesinatos políticos del Frente Nacional fueran mejores que las muertes de Galán, Pardo, Antequera, Jaramillo, Gómez Hurtado y Garzón... y… si éste desacreditado imaginario sobre un tiempo más "agradable" sucede a nivel nacional, imagínense cuan tendencioso puede ser nuestra creencia individual. Los recuerdos de una tierra añorada, mientras años atrás salíamos huyendo de ella, las irremediables ganas de reciclar los amores juveniles mientras surge ESA canción, ESE lugar, ESE día... En fin, sucesos muy reveladores sobre nuestra curiosa necesidad de ser quiénes fuimos y no quienes somos. Sin embargo, sentir nostalgia no está mal, el problema real comienza cuando no aguantamos las ganas de revivir las cosas y caemos en la estúpida ansiedad de Volver a ser.

Aquel recorrido sobre ruedas estaba poblado de intentos por regresar; un señor calvo con un atrevido estiramiento del poco cabello sobreviviente a su erosión capilar; una señora con sus buenos años asentados en el vientre, ostentando una ombliguera que infortunadamente no era tan larga como su autoestima; un niño ya bastante grande y caprichoso pidiendo asiento sobre las piernas de su madre, y una hoja de periódico contando la misma historia, la de Antanas acomodando su bien conocido derrière sobre la candidatura de Gynna ¿Si ven a lo que me refiero? Cuando uno decide Volver no solo corre el riesgo de quedarse, también se arriesga a perder la poca dignidad adquirida, sin siquiera garantizar un posible retorno para mejorar.

Cuando un infiel decide volver con su pareja siempre repite el patrón: Un último polvo, una sesión de arrepentimiento, algunos tragos liberadores, un acercamiento con el rabo entre las piernas, un llanto de Magdalena recién beatificada y una flagelación de mártir recién castrado, todo para acabar con un perdón contaminado por el amargo sabor de “mucho malparido". Hasta ahí la cosa marcha bien, pero como el tiempo sigue avanzando (ya sea lineal, cíclico, helicoidal, paralelo o simplemente redundante), aparece el cuestionamiento decisivo, ¿y Después?... porque al pretender tan anhelado Volver no implica haber encontrado el quiebre a las leyes de la física cuántica, y toda acción tendrá sus consecuencias. Ese perdón con la ilusa promesa de Volver a empezar, se convierte en algo más o menos parecido al "¿Volver a empezar? ¡Jajaja como noooooo! Que dijo, ¿Navidad? Espere tranquilo que a todo marrano le llega su noche buena ¡De que me las paga me las paga!" y obviamente no terminaría de otra manera, sí ni siquiera la ley de Perdón y Olvido funciona dentro de la constitución, ¿ahora va funcionar debajo de las cobijas, donde un cierre de piernas es más efectivo que el cierre total del congreso?... Volviendo al tema, es muy lógico prever un resultado que, por nuestra ilusa ambición de un ayer reivindicador, resulte en una constante condena. Así como el infiel pagará con la desconfianza de su pareja y un posible empate a futuro, el calvo lo hará con su ridículo público, el niño lo hará al desacreditar su madurez por el hambre de puesto (¿Hablaba del niño o de Antanas?) y la mujer atascada en la blusa para adolescentes lo hará con mi mirada de desagrado. Sin embargo,  lo peor aún está por venir... porque cuando uno convoca la oportunidad de Volver también está trayendo a su némesis; similar a alguien que por pedir algo de luz descubre el verdadero valor de la oscuridad, y el sombrío Recaer aparecerá perfilado sobre el suelo sin que nadie lo note, hasta que ya será demasiado tarde.

Aún no se si quiero tratar tal la disyuntiva lingüística. Por su naturaleza, Recaer entraría en un texto diferente del tipo “déjame masticarlo”, junto a las otras Re-españolizadas de la RAE cruelmente colombianizadas; sin embargo, quiero hacer claridad sobre el peso que éste trae consigo. Mientras uno piensa en Volver, lo hace conscientemente, como cuando creemos que la fuente de la eterna juventud viene dosificada en mililitros de Botox; pero al Recaer nos estamos lanzando en una carrera de mentiras con la lengua ciega y la cabeza enmudecida, esclavizándonos de inmediato a la incoherencia de nuestro propio deseo interior. La persona infiel recaerá en su "error", apenas la tentación supere su voluntad (y dejo el error entre comillas porque entre bomberos no nos pisamos las mangueras y mucho menos la propia), así como un adicto volverá a consumir tarde o temprano, aunque termine reemplazando su vicio por otro, el alcohol por la mitomanía o droga por la fe... En fin, al seguir esta línea es fácil percibir que Volver se convierte en el promontorio perfecto para nuestra debilidad, dándole base al insaciable Recaer que desvirga paulatinamente el auto-respeto y nos deja a cambio, un paupérrimo intento de dignidad hecho un pajazo mental. Pero, visto de otra manera,  Recaer es quizá la única forma de "echar pa'tras", cuando en realidad estamos diseñados para "echar pa’lante", según indica la morfología de nuestros pies; razón por la cual, generalmente son los actos no deseados los únicos con la capacidad de Volver en realidad…  un ejemplo de ello sería, si a los cincuenta buscamos una cintura de avispa veinteañera, Recaeremos en sentirnos como si fuéramos de 20 años, pero viéndonos como un manatí gordito y cincuentón de barriga extrañamente ceñida… Definitivamente hay que tener mucho cuidado con el misterioso Volver; ya nos hemos dado cuenta que Recaer estará de su mano, y como su primo hermano la Reelección, será muy riesgoso permitirle manejar el manubrio de nuestras vidas. Piénselo… siempre las segundas y hasta las terceras partes son las peores, aunque estén llenas de buenas intenciones; como pensar en renovar los votos matrimoniales en una boda de oro, con una luna de miel arrugadamente geriátrica; o querer resarcir nuestros errores sentimentales, haciéndose el mejor amigo de la ex suegra, o al final, recuperar nuestra feliz y culicagada infancia con un pañal para adultos ¿no se lee muy agradable cierto? Ahora bien, aún me queda una pregunta muy personal… hablando de nalgas y reelección, no recuerdo ¿Estaba hablando del niño o de Antanas?