9 mar 2013

Acerca de: LA REVOLUCIÓN

"Las revoluciones con el paso de los siglos generan ese tipo de contradicciones. Son como erupciones sociales que dejan una marca muy significativa en el cuerpo de la humanidad, pero como toda cicatriz, acaban por mimetizarse entre la piel de la historia." 




Esta mañana me desperté con esa lentitud de un hombre que no cree en los cambios. Con esa resignación de preferir un despertador sonando al alcance de su mano, y no aquel que busca levantar a un pueblo a kilómetros de distancia. Aún sobre la almohada, las sábanas hechas remolinos me comenzaron a incomodar, mientras tocaban mis pies con la intensión de levantarme, y mis ojos, obligados a no abrirse hasta nueva orden, pedían ver las líneas matutinas filtrándose por las persianas, como si mi cuerpo se revelara contra mi voluntad. No quería iniciar este día.

Empezar una jornada sin Chávez no era la razón para evadir el presente, tampoco lo eran los paros y manifestaciones por todo el país, había algo más, algo respondiendo a esa máxima que dice "El Todo es mayor a la suma de sus partes"... Odiaba la idea de asomarme a un futuro decepcionado de la Revolución, con esa sombra que produce entender que cualquier intento de transformación no sabe vivir lo suficiente para ser definitiva, ni muere hasta el punto de no volver a repetirse. Hoy es un día para divorciarse de las arengas, de los próceres, de los líderes, de los ideales, de todo intento por cambiar la historia de los agobiados, de cualquier motivo que insinúe una nueva sociedad. Hoy es necesario repetir unas palabras que no me gusta recordar pero que por fin seré yo quien las diga: Te amo (Revolución) pero ¡Vete a la mierda!

La cama me expulsaba pese al tímido calor atrapado en mis piernas, y cuando al fin pudo librarse de mí, no tuve más opción que bajar a la cocina. En ella estaba esa bebida oscura, un poco ácida y amarga, esperando a ser calentada para animar mi lengua, pero después de sentir ese tibio sabor, mi ofuscación comenzó a tomar forma. El café sabía a revolucionario y esta vez no era placentero, sabía al desamparo campesino a punto de irse a la quiebra, sabía a gente herida en los bloqueos viales, a muertos entre ambulancias, a manos recolectoras de grano preocupadas por servir a las grandes bolsas de valores o morir asfixiados en el intento, y aunque logré identificarme con su causa, no quise seguir bebiéndolo. Luego encendí la radio, el comandante Hugo Chávez autoproclamado como el seguidor del pensamiento bolivariano era el centro de atención. Con su muerte aparecían mensajes de honor y desagravio, insultos y poesías, marchas, tensiones políticas, afiches a 10 Bolívares Fuertes y un montón de idiotas solapados hablando de lo que no saben a favor y en contra del recién fallecido presidente. Al igual que el café de antes, la radio encontró su fin con una nostálgica indiferencia. El agua en cambio estaba muda; mientras me bañaba, el sinsabor de los sentidos se apaciguaban con la esas caricias sin deudas, que solo cumplen su ciclo de caer, limpiar y ensuciarse antes de tocar la baldosa. Con esa humildad que demuestran las cosas que no piensan, que no poseen alma, ni memoria, ni espíritu, me di cuenta que la naturaleza no se opone ni tampoco libera, solo fluye sin importar si proviene de un río o de un acueducto, porque sus razones son desinteresadas y nacen desde el más simple sentido común. Minutos después me encontraba listo para ir a la oficina.

Durante el trayecto escuché a un joven muy madrugador que se gana la vida dos veces por semana tocando el saxofón antes de subir el puente peatonal, luego, pasos adelante sobrevino una familia de desplazados acurrucándose de frío y lástima sobre los escalones. Los dos pedían lo mismo, solo algo de dinero, pero de manera tan extrapolar uno del otro que no supe exactamente si debía compadecerme o emputarme. No conmigo mismo, yo no le enseñé a tocar el instrumento a uno, ni amenacé de muerte a los otros; sin embargo tenía esa odiosa sensación de sentirme responsable por ambos, a lo cual respondí con una moneda del mismo valor a cada cual, evitando preguntarme si con ello he reducido el arte a la miseria, o he persuadido el dolor de las víctimas con capitalismo, cuando ni los marxistas-lenininistas, ni los liberales, ni los conservadores, ni los uribistas, ni los polodemocráticos, ni cualquier otro grupo de caníbales versados, han podido resolver los duelos de sangre, poder y megalomanías destructivas a los que someten un país entero. En fin, como antes, los dejé atrás, ajustando las monedas entregadas a un par de cigarrillos menos en el día, pero la prueba todavía no había sido superada. Cuando caminaba sobre el puente de nuevo las revoluciones se interponían en mi camino. Desde las alturas vi una hilera de camiones, uno de ellos aun con algunos retazos de las carteleras usadas en su paro recién levantado… otra vez los únicos testigos de sus reclamos, eran pedazos de papel consignándose poco a poco al olvido. No había otra salida, tuve que ponerme mis audífonos para disimular la tristeza de ver que otra rebelión con aires de justicia, se apagaba sin los resultados esperados.
 
A través de una hora, música de todos los tipos iba dispersando el mal humor que produce percibir un pueblo tan convulsionado. Las revoluciones con el paso de los siglos generan ese tipo de contradicciones. Son como erupciones sociales que dejan una marca muy significativa en el cuerpo de la humanidad, pero como toda cicatriz, acaban por mimetizarse entre la piel de la historia. Son el síntoma más escandaloso de una enfermedad que adolecemos todos los hombres, la de buscar un mejor porvenir sin importar sus fines; por eso los poderosos se hacen a costa de débiles, y ellos a su vez crecen, se revelan, los derrocan y asumen el poder, para luego convertirse de nuevo en verdugos del nuevo modelo. Se derriban imperios y nacen monarquías, de desploman monarquías y nacen estados, se derrumban estados y surgen dictaduras, se rompen dictaduras y nacen gobiernos neoliberales, se debilita el neoliberalismo y se implantan sistemas socialistas de causas altruistas y resultados opresores. Así consecutivamente, mientras en sus intervalos se producen guerras, conflictos, muertes y todo tipo de sacrificios hechos por una causa ideal que a un futuro no muy distante, serán tergiversadas para acomodarse en el presente continuo. ¿Acaso estamos olvidando que la esclavitud es un poder trashumante y al parecer eterno? Ahora no hay látigos pero si facturas; ahora no hay trabajos forzados pero si desempleados muriéndose de hambre; ahora no hay guillotinas pero si matanzas por el territorio, ahora no se compran personas, pero a todos nos encanta vendernos por vanidad, necesidad, imagen entre un sinfín de motivos; ahora ya no existen los grilletes, pero hay que ver lo funcionales que resultan los televisores, los celulares, las redes sociales, la publicidad y demás, para cumplir el cometido de predeterminar líneas de conducta.

Después de ese increíble ajetreo de poseer un libre albedrío comprimiéndose entre un transporte público, uno de esos que lleva y trae como animales de carga a miles de personas “libres” para hacer lo que tenemos que hacer, por fin pude llegar a mi temporal oficina. Mi único objetivo era el de ponerme el chip de un rol específico en la cabeza y durante varias horas, hacer que mis ideas consiguieran el mérito necesario para recibir un pago por ellas; sin embargo ahí también estaría la Revolución esperándome. El edificio donde ejercía mis labores estaba bloqueado por el Paro de trabajadores de la universidad. Sus pancartas se expandían sobre las rejas, como una cubierta de papel sobre mi dulce búsqueda de no pensar más en la dignificación humana. Entonces con la respiración desestimada comencé a leer poco a poco sus consignas. Estaba de acuerdo con todas, seguro merecen mejores condiciones salariales y un mayor respeto por su importante labor para la educación, pero aun así volví a sentir esa responsabilidad auto-infligida de no ser el culpable de sus demandas, y nuevamente tener que pagar por ellas… La revolución en vez de liberarme, volvía a someterme a sus condiciones, a lo cual sucedió una interminable secuencia de recuerdos e historias que implicaban la insatisfacción y la angustia de gremios, asociaciones, comunidades y todo tipo de personas asociadas por un fin común. La reivindicación. Pero después de la ira y el odio que me hicieron sentir por los poderosos, terminé recolectando una serie de detalles que me obligaron a renunciar a apoyar sus plegarias.

Los carros que bloqueaban la entrada habían llegado ahí con combustible; comprado a las petroleras que han jodido en varias ocasiones a los indígenas en los lugares de explotación. Los anuncios y carteleras habían sido escritos con pinturas y marcadores, sobre millones de papeles que, fuera de jodernos a todos con la deforestación indiscriminada de bosques y la contaminación de la capa de ozono, serían dejadas tiradas sin ninguna muestra de respeto a los recicladores, quienes también han sido jodidos por las empresas recolectoras durante mucho tiempo. Los policías destinados a mantener el control de la protesta, odiados por los manifestantes, hacen parte de las mismas fuerzas militares que se están matando por tratar de menguar las fuerzas insurgentes de las guerrillas, quienes a su vez, con la proclama de defender al pueblo, como resultado de su conflicto se han desterrado campesinos, asesinado poblaciones y dominado regiones enteras con el miedo. Todo era una reacción en cadena, muchos campos rurales se han dedicado al cultivo ilícito por tales amenazas y la falta de rentabilidad de sus productos originales, entre ellos el mismo café de hace algunas horas, por el cual se producen las marchas en todo el país. A su vez, los intereses políticos de gobiernos como Ecuador y Bolivia, han permanecido al margen del conflicto porque su posición frente a las FARC, ELN y las mismas fuerzas militares que joden al campo hasta hacerlo sangrar, no está muy bien definida. Sumándose a ellos Chávez, antes de su muerte, intentó dar inicio a un modelo económico socialista, presionando a los EEUU, dando resultados cuestionables que incentivaron a los gringos para firmar el TLC con Colombia, sin enumerar el de Corea, Canadá etc., que joden a los pequeños productores agrícolas con la demanda de las multinacionales. Como dije, una interminable reacción en cadena. Por otra parte, los grupos de trabajadores que bloqueaban la universidad, llevaban sus elementos entre bolsas, que en vez de ser aquellas ofrecidas por las tiendas de barrio, situación que demostraría el apoyo a las microempresas colombianas, eran de Carrefour, Home Center y otras empresas que derivan una gran parte de sus ganancias al exterior. Además viendo sus autos, motos, trastes y hasta sus monedas, era difícil no ver la presencia del níquel o del oro en sus joyas y aparatos, dos metales extraídos con mucho descuido de Cerro Matoso y de amplias zonas del Chocó, generando con ello la contaminación de agua y las afecciones cancerígenas de las poblaciones cercanas a las minas; minería que de todas formas paga su destrucción de recursos naturales con impuestos, dinero también destinado para pagar, pese a la corrupción y la injusticia, los salarios de todo aquel que trabaja en el sector público, entre ellos, los mismos trabajadores de la protesta.

Al ver esta paranoica relación de sucesos, donde la Revolución de unos resulta siendo la desgracia de otros, no pude sentirme menos peor. De estas conexiones extrañas, inversas, aleatorias y exageradas en muchos de los casos, encontraba más y más a medida que volvía a casa. Sin importar hacia donde viera me cruzaba con casos deshumanizados, protegiendo sus propios intereses, ya fuera por seguir los conductos regulares como por revelarse contra el sistema que los alberga. Varios de ellos de forma ingenua o totalmente consciente, pujando unos contra otros por un egoísmo colectivo desde el cual, solo se delimitan sus necesidades… ¿Y lo demás dónde queda? ¿Por qué si la Revolución es un síntoma de una sociedad enferma, solo se trata de calmar la fiebre del momento, sin pensar siquiera en una cura totalitaria que sofoque todo el malestar? Nadie lo sabe ¿Cierto?, pero al rato descubriría al menos una pista para hallar algunas respuestas. 

En la calle, sobre el andén me crucé con un hombre sentado hablando solo. Su barba descuidada y sus pantalones sucios develaban muchos años viviendo de la limosna; sin embargo sus palabras gozaban de una alegría particular que ninguno de los que estábamos cerca podía disfrutar. En el suelo, comiendo con las manos mientras compartía los espaguetis regalados con algunas palomas, contaba y contaba sus historias sobre las películas que había visto. Nadie lo determinaba, pero tampoco parecía incomodarle la indiferencia, solo lanzaba sus palabras al aire hasta que yo pude seguirle la cuerda unos minutos. Cuando él se dio cuenta de mi atención, se detuvo un poco y me dijo algo parecido a esto: “Aquí la gente solo escucha lo que quiere escuchar, pero igual eso no significa no tengan oídos… ¿Me apoya para comprar un pan que me hace falta?” Y por fin no me sentí responsable por su desgracia, me sentí igual que él haciendo lo que podía para sobrellevar la vida de una manera más tranquila. Por algún motivo esta vez sí me nació darle la moneda pedida, sin sentirme cruel ni condescendiente por ello. Segundos después, su frase siguió rondándome la cabeza hasta conseguir una idea que completara la suya: Aquí la gente solo escucha lo que quiere escuchar, pero igual eso no significa no tengan oídos… Lo importante de un mensaje no es su contenido, sino que éste sea lo suficientemente importante para ser escuchado por todos, o por ninguno; al fin y al cabo en cualquiera de los casos, significa que todos quieren lo mismo. Con esa idea cerrada logré volver tranquilo a mi apartamento. De ahora en adelante me despido de la Revolución y no volveré a determinarla, a no ser que algún día sea tan inteligente como para escuchar primero lo que tienen que decirle las otras Revoluciones antes de gritar, porque de no hacerlo, estará condenada a seguir los mismos pasos del Sistema que pretende revocar, el cual de manera también muy decepcionante, solo escucha lo que quiere escuchar.


.