25 nov 2011

Acerca de: EL LÁPIZ LABIAL

"Su gran habilidad para transformar la boca en un objeto del deseo supera cualquier otro artículo estético; es más podría ganarle con creces a la sugestiva ropa interior."

Me gustan los objetos extraños, más aún si son un poco bizarros, solo porque tienen el potencial de transgredir los sentidos y con ello, entrar fácilmente en contacto con nuestra íntima naturaleza.

Ser fetichista es un acto de valentía ignorante, más aún cuando se le compara con ser un ateo radical o un fanático empalagoso, pero a su vez,  resulta también muy subversivo para el inconsciente…  y como colombiano que se respete (al menos de fronteras para afuera, según quienes nos reciben) ser subversivo es otro sinónimo nacional al cual se le deben rendir los honores correspondientes. Tal vez se lea feo, lo sé y hasta me duele admitirlo, pero si al salir del país me revisan como un cocainómano-narco-paralítico-sudaco cara de mula, y además próximo parrillero del mes de su Mc Donalds; verme como un fetichista más, nacido del país del divino niño, es casi un acto patriótico (y patrioterista a la vez). Sin embargo, mi fascinación hacia estos adminículos de poder es un poco más globalizada, corresponde a aquellos objetos con la capacidad de doblegar al otro con su sola presencia, haciendo realzar el ego y la vanidad de quien los usa; y en definitiva, el que encabeza mi lista de favoritos es el lápiz labial.

Tratando de ser objetivo (lado indivisible, por fortuna, del exquisito cinismo) un pintalabios no es más que un pequeño cilindro de manteca condensada bajo presión, el cual imparte un color homogéneo al desprender su grasa animal sinuosamente por la piel. Algo un poco grotesco en su concepción, pero de increíble capacidad destructiva en éste machista huevo terraqueo (por si no lo sabían, el planeta dista mucho tanto de ser una esfera, como de ser equitativo en cuestión de género). Su gran habilidad para transformar la boca en un objeto del deseo supera cualquier otro artículo estético; es más podría ganarle con creces a la sugestiva ropa interior, porque a diferencia de ella, el mal llamado colorete va al aire libre sin ser considerado exhibicionista, razón que completa su libidinosa cualidad para exaltar la auto-fijación femenina y el redundante primitivismo masculino.

Lacan calificaría de manera candorosa al lápiz labial como el objet petite femenino, un objeto lleno de vacío que no suple ninguna necesidad concreta, dedicando así su fuerza semiótica a satisfacer la ansiedad del deseo, del plus de goce; con lo cual no se equivoca en absoluto, pero antes de seguir, yo quisiera añadirle algunas palabras más a su teoría y llamarlo el bisarre objet petite par excellence, porque no es lo mismo comprar un coctel afrodisiaco a un vibrador, o comprar un árbitro a un juez de la república, así como pretender que un colorete apenas suple un deseo superfluo, cuando en realidad éste supera la banalidad para convertirse en un objeto de placer muy poderoso.

Quien usa un lápiz labial pone sus ganas de pecar en la cuerda floja, esperando caer acompañado en un abandono total a su apasionado salvajismo. Desde el acto mismo de aplicarlo en los labios, una mujer (aunque no dejo de lado a gays, trans y uno que otro hombre probando su dudosa masculinidad con el maquillaje de su madre en Halloween)… repito mejor… desde el acto mismo de aplicarlo en los labios, una mujer está llevando sus ideas al plano de la vanidad, para luego transformarlo en lujuria y por último, conducir a su víctima al estado más carnal de su consciencia. Si cree que me equivoco repase mentalmente el proceso de una mujer,  al embadurnarse la boca con la lipo colorizada de rojo. Primero hay un enfrentamiento de egos reflejados sobre el espejo, deslizando el ritual de una caricia cremosa contra los labios; luego, capa tras capa va cubriendo la liviandad de su piel con la boca entreabierta, y su saliva comienza a suspirar por el enrojecido sabor de sus roces; después un par de besos auto infringidos y a la calle con la trompa estática y la mirada matadora. Como el labial puede correrse al ser tocado, llegamos a la dicotomía de todo éste problema sobre el fetichismo y el poder ¿Para qué pintarse la boca de un color atractivo cuando está prohibido tocarla?... Aquí entra en juego el erotismo, que en resumen se explica como "Mira pero no toques, toca pero no pruebes, prueba pero no disfrutes, disfruta pero no te satisfagas, satisfácete y te tiraste el juego" o en otras palabras, entre mayor es la tensión entre el deseo y la negación, mayor es el poder ejercido sobre el instinto y la consciencia, dando paso al descontrol del sexo contrario... Por ende, cualquier persona con el color rojo en la boca, no solo pretende verse más bonita, busca además la adulación y la manipulación del otro.

Quiero pensar en una última cosa para dejar tanta carreta argumentativa y pasar a la inapropiada, (más entretenida por mis rojas intensiones) ¿Será el lápiz labial la representación fálica de la seducción femenina?... No lo piense a mal, o piénselo de la manera más conveniente y malintencionada posible, al final, tanto su idea como la mía pasarán desapercibidas por el 99.999% de los alfabetas del planeta. Realmente lo que busco es una pervertida pero lógica teoría simbólica, en la cual ud podría ser tan perpetrador como víctima. Si un hombre, teniendo por naturaleza un instinto más básico, se vanagloria o se atormenta por el tamaño de su "adminículo" y el automóvil que conduce, y estos a su vez son los mayores símbolos de seducción hacia el género femenino... ¿Cuál sería el de una mujer? Su busto y ¡Voilá!... ¡¡¡EL LÁPIZ LABIAL!!!... Sabe por qué... La razón es pecaminosamente interesante. Cuando un hombre tiene un vehículo dominante, su primera reacción será mostrarlo y mantendrá el tendencioso deseo de subir a la chica en él, hasta cuando ella decida montarse, a sabiendas de dónde podría terminar si ella se lo permite.

En mi caso (abogando por todos los hombres fáciles del planeta) al ver ese color rojo, como cualquier otro torito de poca monta, me da por perseguirlo mientras ella desfila su boca intocable frente a mí; pero cuando por fin hice méritos suficientes para subirme en él, y veo la textura cereza esparcida sobre su mentón, mejillas y hasta sus dientes, sé muy bien dónde terminaré en el primer instante que me lo permita…  Con ello mi conclusión es muy simple: El lápiz labial es el delgado límite entre la inseguridad femenina y el desenfreno pasional de una mujer; cuando éste se corre, literalmente su sensualidad también se disuelve sobre su piel, y todo el poder que concentraba su pudor sugestivo, se deja llevar ahora en una combustión volátil, enceguecedora y por qué no decirlo, hasta animal...

Entonces ¿Fetichista?... Definitivamente SÍ…. y no me importa... ¿Y a usted?


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